Tuesday, June 1, 2010

Una Generacion Escogida---Parte 2


Cada día se convierte en una batalla con Satanás mientras marchamos hacia la meta de la santidad y la perfección en Cristo.
“Pero habiendo alcanzado esa experiencia, el cristiano no debe por lo tanto cruzarse de brazos conforme con lo que ha logrado. Aquel que está determinado a entrar en el reino espiritual encontrará que todos los poderes y las pasiones de la naturaleza no regenerada, respaldadas por las fuerzas del reino de las tinieblas, están preparadas para atacarle. Cada día debe renovar su consagración, cada día debe batallar contra el pecado. Los hábitos antiguos, las tendencias hereditarias hacia el mal, se disputarán el dominio, y contra ellos debe siempre velar, apoyándose en el poder de Cristo para obtener la victoria.” Los Hechos de los Apóstoles, pág. 380.
Deseamos ser parte de la generación escogida de Dios, un pueblo peculiar. Cuando estamos en Cristo somos nuevas criaturas; estamos determinados a romper las cadenas (hábitos) que nos han mantenido en pecado. En Cristo somos liberados, nacidos del Espíritu y transformados a la imagen de Dios. Véase 1 Juan 3:6–9. Cuando esta meta es lograda, entonces Cristo mora en nosotros, la Esperanza de gloria.
“ ‘ De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.’ 2 Corintios 5:17. Por medio del poder de Cristo, los hombres y las mujeres han roto las cadenas de los hábitos pecaminosos. Han renunciado al egoísmo. El profano se transforma en reverente, el borracho en sobrio, el libertino en puro. Almas que habían manifestado la semejanza de Satanás, han llegado a transformarse a la imagen de Dios. Este cambio, en sí mismo, es el milagro de los milagros. El cambio realizado por la Palabra es uno de los más profundos misterios de ella. No lo podemos entender; solamente podemos creerlo, como lo señalan las Escrituras: ‘Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.’ Colosenses 1:27.” Los Hechos de los Apostoles págs. 379–380.
En esta nueva relación, el pecador tiene paz con Dios en la certeza del perdón de todos sus pecados. Véase 1 Juan 1:7–9. Él tiene una nueva canción que entonar:
“Cuando el Espíritu de Dios domina la mente y el corazón, el alma convertida prorrumpe en una nueva canción; porque ha reconocido que la promesa de Dios ha sido cumplida en su experiencia, que su transgresión ha sido perdonada, su pecado cubierto. Ha sentido arrepentimiento hacia Dios por la violación de su divina ley, y fe hacia Cristo, quien murió por la justificación del hombre. Justificado ‘pues por la fe’ tiene ‘paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.’ Romanos 5:1.” Los Hechos de los Apóstoles, pág. 380.
No olvidemos que, “la guerra contra el yo es la batalla más grande que jamás se haya peleado.” La entrega del yo, rindiéndolo todo a la voluntad de Dios y siendo revestidos de humildad, poseyendo ese amor que es puro, pacífico y condescendiente, benigno, lleno de misericordia y de buenos frutos, no puede lograrse fácilmente. Y aún así, es su privilegio y su deber el ser aquí un conquistador perfecto. El alma debe someterse a Dios antes de que pueda ser renovada en conocimiento y verdadera santidad. La vida santa y el carácter de Cristo son un ejemplo fiel. Su confianza en su Padre celestial era ilimitada. Su obediencia y sumisión fueron sin reserva y perfectas. Él vino no a ser servido, sino a servir a otros. No vino a hacer su propia voluntad sino la voluntad de Aquel que lo envió. En todas las cosas se sometió al que juzga rectamente. De los labios del Salvador del mundo se escucharon estas palabras: ‘No puedo yo hacer nada por mí mismo’. Juan 5:30.” Testimonies, tomo 3, págs. 106–107.
La reproducción diaria del carácter de Cristo en nosotros es la santidad y la perfección que Dios demanda de su generación escogida. Esta es la peculiaridad que nos separa del mundo, manifestada por nuestra obediencia amorosa y firme hacia la verdad para agradar a nuestro Señor. Véase 1 Juan 2:15–17.

Continuará. . .

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