Antes de la honra es la humildad. Para llenar un lugar elevado ante los hombres, el Cielo escoge al obrero que, como Juan el Bautista, toma un lugar humilde delante de Dios. El discípulo que más se parece a un niño es el más eficiente en la obra para Dios. Las inteligencias celestiales pueden cooperar con el que busca, no exaltarse a sí mismo, sino para salvar almas. El que sienta más profundamente su necesidad de ayuda divina, la pedirá; y el Espíritu Santo le dará vislumbres de Jesús que fortalecerán y elevarán el alma. De la comunión con Cristo saldrá a trabajar por los que perecen en sus pecados. Estará ungido para su misión; y logrará lo que muchos que son eruditos e intelectualmente sabios fracasarán en lograr.
El Señor tiene lecciones para que todos las aprendamos
acerca de la posición que debemos ocupar el uno hacia el otro y hacia Él. Que
ningún orgullo fariseo entre en nuestras filas, sino movámonos con humildad y
sabiduría, sacando de nuestros corazones y mentes todo pensamiento y
sentimiento perjudicial. El espíritu de egoísmo que llevaría a un hombre a
ponerse por encima de sus hermanos es evidencia de que no ve la necesidad de
ser un alumno humilde en la escuela de Cristo. La preciosa palabra de Dios debe
ser estudiada fielmente si el profeso pueblo de Dios ha de tener un lugar entre
los redimidos.
"Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como
este,", continuó el Salvador, "a mí me recibe". "Y
cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor
le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le
hundiese en lo profundo del mar".
Los "niños" no son niños en años, sino
los que son jóvenes en la vida cristiana. Aquellos que han venido recientemente
a la fe deben ser tratados con amor y ternura. Deben ser instruidos por
precepto y ejemplo en el camino de la verdad. "Mirad que no menospreciéis
a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven
siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre
ha venido para salvar lo que se había perdido."
¡Oh, cuán diferentes son las normas por las cuales Dios y el
hombre miden el carácter! Dios ve muchas tentaciones que el mundo, e incluso los
amigos cercanos, nunca saben— tentaciones en el hogar, en el corazón. Ve la
humildad del alma en vista de su propia debilidad, el sincero arrepentimiento
sobre incluso un pensamiento que es malo. Él ve la devoción de todo el corazón
a Su servicio. Ha notado las horas de dura batalla con yo—la batalla que ganó
la victoria. Todo esto Dios y los ángeles saben. Un libro de recuerdo está
escrito para los que temen al Señor y que piensan en Su nombre.
No en nuestro conocimiento, no
en nuestra posición, no en nuestros números o en los talentos que se nos ha confiado,
no en la voluntad del hombre, se encuentra el secreto del éxito. Sintiendo
nuestra ineficiencia, debemos contemplar a Cristo, y a través de Aquel que es
la fuerza de toda fuerza, el pensamiento de todo pensamiento, los que están
dispuestos y son obedientes, ganarán victoria tras victoria.
Por más corto que sea nuestro servicio o humilde nuestra
obra, si en con una fe sencilla seguimos a Cristo, no nos decepcionaremos de la
recompensa. Lo que aun los más grandes y sabios no pueden obtener, los más
débiles y los más humildes pueden recibir. La puerta de oro del cielo no se
abre para los que se exaltan a sí mismos. No se alza para los orgullosos de
espíritu. Sino que los portales eternos se abrirán al tacto tembloroso de un
niño pequeño. Bendita sea la recompensa de la gracia para los que han trabajado
por Dios en simplicidad, con fe y amor. The Kress Collection, págs. 27-28.
Concluido.
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