Dios escoge a sus obreros de
todas las clases de personas, y los imbuye con su propio Espíritu. Así fue en
tiempos antiguos. Los hombres y mujeres
seleccionados por Dios eran personas de intenso fervor, llenos de celo.
. . .
Como un panorama, pasaron
delante de mí ciudades y pueblos, donde se acamparon tiendas grandes y
pequeñas. Había obreros en el ministerio que presentaban la verdad, no en
largos y laboriosos discursos, sino en breves discursos que llegaban al punto,
y luego llamaban a todos los que no estaban satisfechos de que estaban
preparados para la venida de Cristo y todos los que se sentían trabajados y
cargados, a que entraran en una tienda aparte por sí mismos. Esta es la obra
que hay que hacer. Que los que son espirituales conversen con esas pobres y
preciosas almas. Oren con ellos y por ellos. Emprendan la obra; no la abandonen.
Visiten de casa en casa, guardando sus propias almas en el amor de Dios.
Que cada uno siga al Señor, y
no busque obligar a nadie a hacer una obra que usted cree que debe hacer. Esa
es la obra que se debe hacer en las ciudades y pueblos. Entonces, cuando las
almas acepten la verdad, no deben dejarse sin trabajo ni estímulo. Sus pies han
de ser plantados sobre la roca eterna. Advocate, 1 de marzo de 1899.
Continuará...
No comments:
Post a Comment