"¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una
dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta
encontrarla?" [Lucas 15:8.]
En el oriente, las casas de los pobres solían consistir en
una sola habitación, a menudo sin ventanas y oscura. La habitación raramente se
barría, y una moneda que caía al suelo se cubría rápidamente con el polvo y la
basura. Para que se pudiera encontrar, incluso durante el día, se debía
encender una lámpara y se debía barrer la casa diligentemente.
La dote matrimonial de la
esposa usualmente consistía en monedas, que ella cuidadosamente conservaba como
su posesión más preciada, para ser transmitidas a sus propias hijas. La pérdida
de una de esas piezas era considerada como una grave calamidad, y su
recuperación causaba un gran regocijo, el cual las mujeres vecinas compartirían
fácilmente. "Y cuando la encuentra," dijo Cristo, "reúne a sus amigas y vecinas,
diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así
os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se
arrepiente".
La moneda perdida representa a
aquellos que están perdidos en sus transgresiones y pecados, pero que no tienen
ningún sentido de su condición. Están alejados de Dios, pero no lo saben. Sus
almas están en peligro, pero están inconscientes y despreocupadas. En esta
parábola, Cristo enseña que aun aquellos que son indiferentes a los reclamos de
Dios, son el objeto de su compasivo amor. Deben ser buscados, para que puedan
ser devueltos a Dios.
La pieza de plata se perdió en
la casa. Estaba cerca, pero solo se podía recuperar mediante una búsqueda
diligente. Australasian Union Conference Record, 1 de julio del 1900.
Continuará...
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