La pregunta que el escriba le hizo a Cristo fue una de
consecuencias vitales. Los fariseos que habían incitado al escriba a hacer esa
pregunta esperaban que el Señor Jesús respondiera de tal manera que pudieran
encontrar algo en contra de Él con que pudieran acusarlo y condenarlo ante la
gente. La serenidad de Cristo, la sabiduría y la autoridad por la que habló,
fue algo que no pudieron interpretar.
Cuando el
escriba hizo a esa pregunta, Cristo sabía que la sugerencia provenía de sus
enemigos más acérrimos, quienes estaban tendiéndole una trampa para atraparlo
en sus palabras. El Señor Jesús respondió a la pregunta colocando la carga
sobre el escriba para que respondiera a su propia pregunta ante la multitud.
"¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo, dijo:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas
tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo:
Bien has respondido; haz esto, y vivirás." (Lucas 10:26-28). La obediencia
a los mandamientos de Dios es el precio de la vida eterna.
Hay una obra muy
amplia y profunda que debe hacer por la humanidad caída. Esa es la verdadera
interpretación de la conversión genuina. La ley del Señor es perfecta, que
convierte el alma. La respuesta a esa pregunta, dada por el doctor de la ley,
comprende todo el deber del hombre que busca la vida eterna. El abogado no pudo
evadir la pregunta que de una manera
tan directa y deliberada expresaba las condiciones para obtener la vida eterna.
Comprendió su significado, y la necesidad de responder a las exigencias de la
ley de amar a Dios por encima de todo, y a su prójimo como a sí mismo. Sabía que
no había hecho ninguna de esas cosas, y la convicción de su negligencia en
obedecer los primeros cuatro mandamientos y los últimos seis mandamientos
claramente especificados en las palabras de los santos oráculos de Dios fue
impresionada por el Espíritu Santo sobre su corazón. Se vio a sí mismo pesado
en las balanza del santuario y encontrado falto. No había servido a Dios de una
manera suprema, porque no lo había amado por encima de todo, con todo su
corazón, con toda su alma, y con toda su fuerza, y con toda su mente. Al
carecer decididamente de este requisito de la ley de Jehová, fracasó
decididamente en amar a su prójimo como a sí mismo.
Por lo
tanto, ante la multitud él mismo había dado en palabras concisas las
condiciones evangélicas de la vida eterna para cada miembro de la familia
humana, que está delante de Dios hoy.—Manuscript 45, July 26, 1900, "What
Is the Chaff to Wheat?"Concluido.
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