Muchos reciben la verdad fácilmente, pero no la asimilan, y
su influencia no se dura. Son como las vírgenes fatuas, que no tenían aceite en
sus vasos con sus lámparas. El aceite es un símbolo del Espíritu Santo, que se
recibe en el alma a través de la fe en Jesucristo. Aquellos que escudriñan con
seriedad las Escrituras, que confían en Dios con fe firme, que obedecen Sus
mandamientos, estarán entre aquellos que son representados como vírgenes
prudentes. Las enseñanzas de la Palabra de Dios no son sí y no, sino sí y amén.
El requerimiento del Evangelio es extenso. El apóstol dijo:
"Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el
nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él"
(Colosenses 3:17). "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo
todo para la gloria de Dios" (1 Corintios 10:31). La piedad práctica no se
alcanzará dando a las grandes verdades de la Biblia un lugar en los atrios
exteriores del corazón. La religión de la Biblia debe ser llevada a los asuntos
grandes y pequeños de la vida. Debe proporcionar los poderosos motivos y
principios que regularán el carácter y el curso de acción del cristiano. . . .
El aceite que tanto necesitan los que son representados como
vírgenes fatuas, no es algo que se pueda poner en el exterior. Necesitan llevar
la verdad al santuario del alma, para que pueda limpiar, refinar y santificar.
No es una teoría lo que necesitan; son las enseñanzas sagradas de la Biblia,
que no son doctrinas inciertas, desconectadas, sino que son verdades vivas, que
involucran intereses eternos que se centran en Cristo. En Él está el sistema
completo de la verdad divina. La salvación del alma, a través de la fe en
Cristo, es la base y la columna de la verdad.
Aquellos que ejercen verdadera fe en Cristo lo manifiestan
por medio de la santidad de carácter, mediante la obediencia a la ley de Dios.
Se dan cuenta de que la verdad tal como es en Jesús alcanza el cielo y se
extiende hacia la eternidad. Comprenden que el carácter del cristiano debe
representar el carácter de Cristo y estar lleno de gracia y de verdad. A ellos
se les imparte el aceite de la gracia, que sostiene una luz que nunca falla. El
Espíritu Santo en el corazón del creyente lo hace completo en Cristo —Review and Herald, 17 de septiembre del
1895.
Concluido.
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