Friday, August 31, 2018

Estamos Completos en Él


Cuando el pecador ve los incomparables encantos de Jesús, ya el pecado no le parece atractivo; porque contempla al que es distinguido entre diez mil, y todo en Él
codiciable. Se da cuenta por una experiencia personal del poder del Evangelio, cuya vastedad de diseño se iguala solo con su valor de propósito.

Tenemos un Salvador viviente. No se encuentra en la tumba nueva de José; ha resucitado de los muertos y ascendido a las alturas como Sustituto y Garante de cada alma creyente.... El pecador es justificado por los méritos de Jesús, y este es el reconocimiento de Dios de la perfección del rescate pagado por el hombre. Que Cristo fue obediente hasta la muerte de la cruz es una prenda de la aceptación del pecador arrepentido con el Padre. Entonces, ¿nos permitiremos tener una experiencia vacilante de dudar y creer, creer y dudar? Jesús es el juramento de nuestra aceptación con Dios. Contamos con el favor de Dios, no por ningún mérito en nosotros mismos, sino por nuestra fe en "Jehová, justicia nuestra".

Jesús se encuentra en el lugar santísimo, ahora para aparecer en la presencia de Dios por nosotros. Allí no deja de presentar a Su pueblo momento a momento, completo en Sí mismo. Pero debido a que estamos representados ante el Padre, no podemos imaginar que debemos presumir de su misericordia y ser descuidados, indiferentes y autocomplacientes. Cristo no es ministro de pecado. Estamos completos en Él, aceptados en el Amado, solo mientras permanecemos en Él por la fe.

Nunca podremos alcanzar la perfección a través de nuestras propias buenas obras. El alma que ve a Jesús por fe repudia su propia justicia. Se ve a sí mismo como incompleto, su arrepentimiento insuficiente, su fe más fuerte como débil, su sacrificio más costoso como pobre, y se arrodilla humildemente al pie de la cruz. Pero una voz le habla desde los oráculos de la Palabra de Dios. Asombrado, escucha el mensaje: "vosotros estáis completos en Él" (Colosenses 2:10). Ahora todo está en reposo en su alma. Ya no debe esforzarse por encontrar alguna bondad en sí mismo, alguna acción meritoria por la cual ganar el favor de Dios.

Contemplando al Cordero de Dios que quita el pecado delmundo, encuentra la paz de Cristo, porque el perdón ha sido escrito al lado de su nombre, y él acepta la palabra de Dios: " vosotros estáis completos en Él". ¡Qué difícil es para la humanidad, acostumbrada desde hace tiempo a albergar dudas, comprender esta gran verdad! Pero qué paz trae al alma, ¡qué vida vital! Signs of the Times, 4 de julio del 1892. 

Concluido.

     

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