Ante
nosotros se presenta la maravillosa posibilidad de ser como Cristo, obedientes
a todos los principios de la ley de Dios. Pero por nosotros mismos somos
totalmente impotentes para alcanzar esa condición. Todo lo que es bueno en los
seres humanos viene a ellos a través de Cristo. La santidad que la Palabra de
Dios declara que debemos tener antes de poder ser salvos es el resultado de la
obra de la gracia divina cuando nos inclinamos en sumisión a la disciplina y la
influencia restrictiva del Espíritu de verdad.
La
obediencia de la humanidad puede hacerse perfecta solo con el incienso de la
justicia de Cristo, que llena con la fragancia divina todo acto de verdadera
obediencia. La parte del cristiano es perseverar en vencer todas las faltas.
Constantemente él o ella debe orar al Salvador para que cure los trastornos de
su alma enferma. No tienen la sabiduría ni la fortaleza sin la cual los
mortales no pueden vencer. Éstas pertenecen al Señor, y Él las otorga a
aquellos que, en humillación y arrepentimiento, lo buscan por ayuda. . . .
La
razón por la que muchos quienes una vez conocieron y amaron al Salvador ahora
están en la oscuridad, vagando lejos de Él, es porque en la confianza en sí
mismos y en la autosuficiencia han seguido sus propias inclinaciones. No
anduvieron en el camino del Señor, el único camino de paz y felicidad. A causa
de la desobediencia, se apartaron de recibir Sus bendiciones, cuando por media
de la obediencia pudieron haber avanzado en Su fortaleza.
La
abundante evidencia dada por Dios de que Él desea la salvación de todos será la
condena de aquellos que rechazan el don del cielo. En el último gran día,
cuando todos serán recompensados o castigados de acuerdo con su obediencia o
desobediencia, la cruz del Calvario aparecerá claramente frente los que están
ante el Juez de toda la tierra para recibir la sentencia eterna. Se los hace
comprender algo del amor que Dios ha expresado por los seres humanos caídos.
Ven cuán grandemente ha sido deshonrado por aquellos que han continuado en la
transgresión, eligiendo el bando de Satanás y despreciando la ley de Jehová.
Ven que la obediencia a esa ley les habría traído vida y salud, prosperidad y
bien eterno.
—Review
and Herald, 15 de marzo del 1906.
Concluido.
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