Thursday, March 14, 2019

Cartas Dirigidas al Cielo


La oración no es una expiación por el pecado. No es una penitencia. No necesitamos acudir a Dios como criminales condenados, porque Cristo ha pagado la pena de nuestra transgresión. Él ha hecho una expiación por nosotros. Su sangre limpia del pecado. Nuestras oraciones son como cartas enviadas desde la tierra, dirigidas a nuestro Padre celestial. Las peticiones que ascienden de corazones sinceros y humildes seguramente lo alcanzarán. Él puede discernir la sinceridad de sus hijos adoptivos. Se compadece de nuestra debilidad y fortalece nuestras enfermedades. El ha dicho: "Pedid y Seos dará".

Muchas miembros de la familia humana no saben pedir como conviene. Pero el Señor es amable y tierno. Ayuda a sus enfermedades dándoles palabras para hablar. El que viene con un deseo santificado tiene acceso por medio de Cristo al Padre. Cristo es nuestro Intercesor. Las oraciones que se colocan en el incensario de oro de los méritos del Salvador son aceptadas por el Padre.

Toda promesa contenida en la Palabra de Dios es para nosotros. En sus oraciones, presente la palabra prometida por Jehová y con fe reclame Sus promesas. Su palabra es la garantía de que si pide con fe, recibirá todas las bendiciones espirituales. Continúe pidiendo, y recibirá mucho más abundantemente de lo que pueda pedir o pensar. Edúquese para tener una confianza ilimitada en Dios. Arroje todo su cuidado sobre él. Espere pacientemente por Él, y Él que ocurra.

Debemos ir a Dios, no con un espíritu de justificación propia, sino con humildad, arrepentiéndonos de nuestros pecados. Él es capaz de ayudarnos, está dispuesto a hacer por nosotros más de lo que pedimos o pensamos. Tiene la abundancia del cielo para suplir nuestras necesidades. . . . Dios es santo, y debemos orar, " levantando manos santas, sin ira ni contienda". (1 Timoteo 2:8.)

Hemos de buscar " primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas". (Mateo 6:33.)

Debemos estar listos para recibir la bendición que Dios otorgará a aquellos que lo buscan con todo el corazón, con sinceridad y verdad. Debemos mantener el corazón abierto si queremos recibir de la gracia de Cristo. Signs of The Times, 18 de noviembre del 1903.

Concluido.



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