Cristo ha prometido ser nuestro Sustituto y Garante y no descuida a nadie. Hay una fuente inagotable de perfecta obediencia manando de su obediencia. En el cielo, sus méritos, su abnegación y sacrificio propio, son atesorados como incienso para ser ofrecidosvcon las oraciones de su pueblo.
A medida que las sinceras y humildes oraciones del pecador ascienden al trono deDios, Cristo mezcla con ellas los méritos de su propia vida y perfecta obediencia. Nuestras oraciones son hechas fragantes por medio de ese incienso. Cristo ha prometido interceder en nuestro favor, y el Padre siempre oye a su Hijo.
Si vamos a Dioa, sientiéndonos impotentes y dependientes, como somos en realidad, y en fe humilde y llena de confianza, damos a conocer nuestras necesidades a Aquel cuyp conocimiento es infinito, Quien hizo todo en la creación y Quien gobierna todo mediante su voluntad y su palabra, Él atenderá a nuestro clamor y dejará que luz resplandezca en nuestros corazones.
Mediante la sincera oración. soos puestos en conexión con la mente del Infinito. Puede que no tengamos ninguna evidencia notable en ese momento de que el rostro de nuestro Redentor se está inclinando sobre nosotros en compasión y amor, pero eso es lo que ocurre.Puede que no sintamos su toque visible, pero su mano está sobre nostros con amor y ternura llena de lástima.
Pidan, emtpmces, pidan; y recibirán. Pidanb humildad, sabiduría, valor y un aumento de su fe. A cada oración sincera una respuesta vendrá. Puede que no venga justamente como la desea o al tiempo en que la busca; pero vendrá en la manera y justamente al tiempo que mejor satisfaga su necesidad. Las oraciones que ofrecen en soledad, en cansancio, en medio de pruebas, Dios las contesta, no siempre de acuerdo a sus esperanzas, pero siempre para su bien. Prayer, pág. 37.
Concluido.
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