Wednesday, October 30, 2019

Como Nuestro Ejemplo, Cristo es el Todo, y en Todos



 La ética inculcada por el Evangelio no reconoce ninguna norma sino la perfección de lamente de Dios, la voluntad divina. Dios requiere de sus criaturas una conformidad con su voluntad. La inperfección del carácter es pecado, y el pecado es la transgresión de la ley. Todos los atributos justos del carácter habitan en Dios como un todo perfecto y armonioso. Todos los que reciben a Cristo como su Salvador personal tienen el privilegio de poseer estos atributos. Esa es la ciencia de la santidad.

¡Cuán gloriosas son las posibilidades presentadas ante la raza caída! A través de su Hijo, Dios ha revelado la excelencia que el hombre es capaz de alcanzar. A través de los méritos de Cristo, el hombre es elevado de su estado depravado, purificado y hecho más precioso que la cuña dorada de Ofir. Es posible que se convierta en un compañero de los ángeles en la gloria y que refleje la imagen de Jesucristo, brillando incluso en el esplendor brillante del trono eterno. Es su privilegio tener fe en que a través del poder de Cristo será inmortal. Sin embargo, ¡cuán pocas veces se da cuenta de las alturas que podría alcanzar si permitiera que Dios dirijiera cada paso!

Dios permite que cada ser humano ejerza su individualidad. No desea que nadie sumerja su mente en la mente de un compañero mortal. Aquellos que desean ser transformados en mente y carácter no deben mirar a los hombres, sino al Modelo divino. Dios da la invitación: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". Por medio de la conversión y de la transformación, los hombres deben recibir la mente de Cristo. Cada uno debe estar delante de Dios con una fe individual, una experiencia individual, sabiendo por sí mismo que Cristo está siendo formado en su interior, la esperanza de gloria. Para nosotros imitar el ejemplo de cualquier hombre, aunque se trate de uno a quien podríamos considerar de un carácter casi perfecto, sería confiar en un ser humano defectuoso, uno que no es capaz de impartir ni una pizca de perfección.

Como nuestro ejemplo, tenemos a Uno que es el todo y en todos, señalado entre diez mil, Uno cuya excelencia está más allá de la comparación. Misericordiosamente adaptó su vida para la imitación universal. Unidos en Cristo estaban la riqueza y la pobreza; la majestad y la humillación; el poder ilimitado, la mansedumbre y la humildad que se reflejarán en cada alma que lo reciba. En Él, a través de las cualidades y las facultades de la mente humana, se reveló la sabiduría del Maestro más grande que el mundo haya conocido.

Ante el mundo, Dios nos está desarrollando como testigos vivientes de lo que los hombres y las mujeres pueden llegar a ser por medio de la gracia de Cristo.

Signs of the Times, 3 de septiembre del 1902. 
Concluido.

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