¿En qué somos útiles para Dios? Podemos
serlo sólo en un sentido, dando mucho
fruto para Su gloria; al estar activo
en asegurar a otros para servicio del
Rey celestial; tratando por medio de
vidas santas e irreprochables de
representar a Cristo de tal manera
que otros se vean obligados a
reconocer que hay un poder en la
verdad en la religión cristiana que
transforma el alma mediante la
renovación de la mente. Nuestra
naturaleza es cambiada por el
poder de la gracia divina. A menos
que esa transformación sea vista en
la vida mediante los frutos del
Espíritu, todas las pretensiones
en esa dirección no tienen peso;
por lo tanto, aunque puede haber una
forma de piedad, la marca del siervo
inútil y perezoso queda estampada en
el carácter de toda su experiencia
religiosa. . . .
Existe un gran peligro de engañarnos
a nosotros mismos y pensar que estamos
listos para el día de Dios, cuando
seremos hallados teniendo nuestra
propia justicia y no la justicia de
Cristo. Puede anticipar la felicidad
en un cierto curso de acción, pero
si su confianza no está en Dios, su
felicidad será como el rocío de la
mañana.
El tiempo, un tiempo precioso pasa y
no debe ser hallado siendo perezoso.
Su almas vale mil mundos. . . .
Que el Señor le bendiga y fortalezca
en todos sus esfuerzos por vencerse
a si mismo y vivir para Dios. Él le
protegerá en la obra de vencer.
Participe en ella con decisión,
determinación y que su ejemplo
lleve a otros a una vida de
consagración. Deje que su luz
brille tanto que otros al ver
sus buenas obras sean llevados
a glorificar a su Padre que está
en los cielos. Manuscript Releases,
tomo 7, págs. 241-242.
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