Tuesday, October 17, 2023

El Inefable Don Divino

 

La revelación del amor divino hacia el hombre se centra en la cruz. La lengua no puede expresar su completosignificado; la pluma no la puede describir; la mente del hombre no la puede comprender. . . . Cristo crucificado por nuestros pecados, Cristo resucitado de entre los muertos, Cristo que ascendió a lo alto, es la ciencia de la salvación que debemos aprender y enseñar.

"El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." Filipenses 2:6-8. "¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios". "Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos." (Romanos 8:34; Hebreos 7:25).

Aquí se halla una sabiduría infinita, un amor infinito, justicia infinita, y una misericordia infinita—" ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios!" (Romanos 11:33).

Es a través del don de Cristo que recibimos toda bendición. Mediante ese don nos llega día a día el flujo inagotable de la bondad de Jehová. Cada flor, con sus delicados matices y su dulce fragancia, se nos da para que la disfrutemos a través de ese único Regalo. El sol y la luna fueron hechos por Él; No hay estrella que embellezca los cielos que Él no haya hecho. No hay un solo alimento en nuestras mesas que Él no haya provisto para nuestro sustento. La inscripción de Cristo está sobre todo. Todo es suministrado al hombre a través del único Don inefable, el Hijo unigénito de Dios. Fue clavado en la cruz para que todas esas bondades fluyeran hacia la obra de Dios.

"Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman." (1 Corintios 2:9). Ciertamente, no hay nadie que contemplando las riquezas de su gracia no exclame con el apóstol: "Gracias a Dios por su don inefable."  God's Amazing Grace, pág. 178.    
   

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