Debido a que la vida de Jesús fue una vida de confianza constante, sostenida por una comunión continua, Su servicio para el cielo fue sin fallas ni vacilaciones. Acosado diariamente por la tentación, constantemente opuesto por los líderes del pueblo, Cristo sabía que debía fortalecer su humanidad mediante la oración. Para ser una bendición para la gente, debía tener comunión con Dios, obteniendo de Él energía, perseverancia y constancia.
El Salvador amaba la soledad de la montaña para tener comunión con su Padre. A lo largo del día trabajaba fervientemente para salvar a hombres, mujeres y niños de la destrucción. Sanaba a los enfermos, consolaba a los que estaban de luto, llamaba a los muertos a la vida y llevaba esperanza y alegría a los desesperados. Después de terminar su trabajo del día, salía tarde tras tarde, lejos de la confusión de la ciudad, y se inclinaba en oración ante su Padre. Con frecuencia continuaba sus peticiones durante toda la noche; pero Él salía de esos momentos de comunión vigorizado y renovado, preparado para el deber y la prueba.
Él era una fuente de bendición y fortaleza, podía sanar a los enfermos y resucitar a los muertos; podía dominar la tempestad y ésta le obedecía; sin embargo, oraba, a menudo con fuertes llantos y lágrimas. Oraba por sus discípulos y por sí mismo, identificándose así con los seres humanos. Era un poderoso peticionario. Como Príncipe de la vida, tenía poder ante Dios y prevaleció. . . .
Aquellos que enseñan y predican con mayor eficacia son aquellos que esperan humildemente en Dios y velan ávidamente por Su guía y Su gracia. Velar, orar, trabajar: ésta es la consigna del cristiano. La vida de un verdadero cristiano es una vida de oración constante. Él sabe que la luz y la fuerza de un día no son suficientes para las pruebas y conflictos del día siguiente. Satanás está cambiando continuamente sus tentaciones. Cada día nos encontraremos en diferentes circunstancias; y en los escenarios no probados que nos esperan estaremos rodeados de nuevos peligros y constantemente asaltados por tentaciones nuevas e inesperadas. Sólo a través de la fuerza y la gracia obtenidas del cielo podemos esperar enfrentar las tentaciones y cumplir con los deberes que tenemos por delante. To Be Like Jesus, pág. 20.
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