El hecho de que los seres humanos podamos agradar a Dios es un maravilloso incentivo para que hagamos los esfuerzos más perseverantes e intensos, esfuerzos que sean proporcionales al valor del objeto que buscamos obtener. “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.”. . . . Enoc caminó con Dios. No estaba satisfecho con su propia compañía. Caminó con Dios. Agradó a Dios. Al Señor no le agrada que los que ha creado sean pecadores. Siempre debemos caminar con Dios y aprender de Jesucristo, quien ha vencido toda tentación que nos acosa. Fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
El Señor acerca a las personas a Su lado, para caminar con ellas, para trabajar con ellas, para enseñarles cómo Él venció cada tentación en la humanidad y cómo, por lo tanto, pueden vencer mediante la provisión que el Señor ha hecho. Con cada tentación hay una manera de escapar, caminando humildemente con Dios. Sin fe, una fe cada vez mayor, es imposible agradar a Dios. . . .
En su naturaleza caída, las personas pueden hacer precisamente las cosas que Dios espera que hagan mediante la ayuda que se les brinda. Pueden caminar, trabajar y vivir por fe en el Hijo de Dios. Dios no se complace con aquellos que se conforman con una simple vida animal. Ha formado a los seres humanos a la semejanza divina. Él se propone que posean el carácter de Dios obedeciendo Su ley, la expresión de Su carácter divino. El Señor les ha dado mente, intelecto y afectos. Esos dones les son confiados para que los ejerzan y mejoren. Dios les ha dado una conciencia que deben apreciar y valorar cuidadosamente. Les ha dado conocimiento y virtud. Esas capacidades confiadas deben mantener la supremacía que Dios les ha asignado.
El Señor espera que cada persona ejerza la facultad de la fe. La esencia real y vital del cristianismo es captar lo invisible por la fe, esforzándose constantemente para apoderarse de la eficiencia espiritual que se encuentra en Cristo. Si las personas no mejoran constantemente ejerciendo los dones de Dios, no les es posible tener esa fe que obra por el amor y purifica el alma. Cultivar algunos de los talentos confiados por Dios no es suficiente. La conciencia debe estar en contacto con la vida y el carácter de Dios. Eso es caminar espiritualmente con Jesucristo, participando de la naturaleza divina, habiendo vencido las corrupciones que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. Christ Triumphant, pág. 53.
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