Tuesday, November 7, 2023

Suficiente Gracia Para Todos

 

Dios tiene una abundancia de gracia y poder esperando que los pidamos. Pero la razón por la que no sentimos nuestra gran necesidad es porque nos miramos a nosotros mismos y no a Jesús. No exaltamos a Jesús ni confiamos enteramente en sus méritos.

La provisión hecha es completa, y la justicia eterna de Cristo se pone a la cuenta de cada alma creyente. El manto costoso e inmaculado, tejido en el telar del cielo, ha sido provisto para el pecador creyente y arrepentido, y éste puede decir: "En gran manera me gozaré en Jehová, mi alma se alegrará en mi Dios; porque me vistió con vestiduras de salvación, me rodeó de manto de justicia," (Isaías 61:10).

Se ha provisto gracia abundante para que el alma creyente pueda mantenerse libre de pecado; porque todo el cielo, con sus recursos ilimitados, ha sido puesto a nuestras órdenes. Debemos sacar del pozo de la salvación. . . . En nosotros mismos somos pecadores; pero en Cristo somos justos. Habiendonos hecho justos mediante la justicia imputada de Cristo, Dios nos declara justos y nos trata como justos. Él nos considera sus queridos hijos. Cristo obra contra el poder del pecado, y donde el pecado abundó, sobrepujó la gracia.

Podemos progresar diariamente en el camino ascendente hacia la santidad y, sin embargo, encontramos alturas aún mayores que alcanzar; pero cada estiramiento de los músculos espirituales, cada exigencia del corazón y del cerebro, saca a la luz la abundancia del suministro de gracia esencial para nosotros a medida que avanzamos.

Cuanto más contemplemos esas riquezas, más llegaremos a poseerlas y más revelaremos los méritos del sacrificio de Cristo, la protección de su justicia, su amor inexpresable, la plenitud de su sabiduría y su poder para presentarnos ante el Padre sin mancha ni arruga ni cosa semejante.
     
Estamos viviendo el día de la preparación. Debemos obtener una provisión completa de gracia del almacén divino. El Señor ha hecho provisión para las demandas de cada día. God's Amazing Grace, pág. 181.    

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