Tuesday, February 27, 2024
Un Compasivo Sumo Sacerdote
No comprendemos la grandeza y majestad de Dios ni recordamos la distancia inconmensurable entre el Creador y las criaturas formadas por su mano. El que está sentado en los cielos, balanceando el cetro del universo, no juzga según nuestra norma finita, ni cuenta según nuestro cómputo. Estamos en un error si pensamos que lo que es grande para nosotros debe ser grande para Dios, y que lo que es pequeño para nosotros debe ser pequeño para Él. . . .
Ningún pecado es pequeño ante los ojos de Dios. Los pecados que el hombre está dispuesto a considerar como pequeños pueden ser los mismos que Dios considera grandes crímenes. El borracho es despreciado y se le dice que su pecado lo excluirá del cielo, mientras que el orgullo, el egoísmo y la codicia no son reprendidos. Pero esos son pecados que son especialmente ofensivos para Dios. . . . Necesitamos un discernimiento claro para poder medir el pecado según la norma del Señor.
Ahora bien, mientras persiste el tiempo de prueba, no corresponde a uno pronunciar sentencia sobre otros y considerarse a sí mismo como un hombre modelo. Cristo es nuestro modelo; imítenlo, planten sus pies en sus pasos. Puedes profesar creer cada punto de la verdad presente, pero a menos que practiques esas verdades, no les servirá de nada. No debemos condenar a otros; ese no es nuestro trabajo; pero debemos amarnos unos a otros y orar unos por otros. Cuando vemos a alguien desviarse de la verdad, entonces podemos llorar por él como Cristo lloró por Jerusalén. Veamos lo que nuestro Padre celestial en Su palabra dice acerca de los que yerran: “si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” ( Gálatas 6:1). . . .
Jesús cuida de cada uno como si no hubiera otro individuo sobre la faz de la tierra. Como Deidad, Él ejerce gran poder en nuestro favor, mientras que, como nuestro Hermano Mayor, siente todos nuestros males. La Majestad del cielo no se mantuvo alejada de la humanidad degradada y pecadora. No tenemos un sumo sacerdote que sea tan sublime, tan exaltado, que no pueda notarnos ni compadecerse de nosotros, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. God's Amazing Grace, pág. 78.
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