Cristo se presenta ante nosotros como el Modelo del hombre,
el gran misionero médico, un ejemplo para todos los que habían de venir
después. Su amor, puro y santo, bendijo a todos los que entraron en la esfera
de su influencia. Su carácter era absolutamente perfecto, libre de la más
mínima mancha de pecado. Vino como una expresión del amor perfecto de Dios, no
para aplastar, no para juzgar y condenar, sino para sanar a todo carácter débil
y defectuoso, para salvar a los hombres y mujeres del poder de Satanás. Él es
el Creador, Redentor y Sustentador de la raza humana. Él invita a todos,
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.
Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y
ligera mi carga".
¿Cuál es, entonces, el ejemplo
que debemos establecer para el mundo? Debemos hacer el mismo trabajo que el
gran Misionero médico emprendió en nuestro beneficio. Debemos seguir el camino
de sacrificio propio pisado por Cristo.
Cuando veo a tantos los que
dicen ser misioneros médicos, la representación de lo que Cristo era en esta
tierra aparece ante mí. Al pensar los obreros de hoy se quedan cortos cuando
los comparo con el ejemplo divino, mi corazón siente un dolor que las palabras
no pueden expresar. ¿Harán alguna vez los hombres y las mujeres una obra que
tenga las características y el carácter del gran Misionero médico? . . .
¿No hay suficiente aflicción
en esta tierra enferma de pecado y maldecida por el pecado como para llevarnos
a consagrarnos a la obra de proclamar el mensaje de que "Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Esta tierra ha sido
pisada por el Hijo de Dios. Vino para traer a los hombres luz y vida, para
liberarlos de la esclavitud del pecado. Viene nuevamente en poder y gran
gloria, para recibir a Sí mismo a aquellos que durante esta vida han seguido
Sus pasos.
¡Oh, cuánto anhelo ver a
aquellos que dicen ser misioneros médicos honrando al gran Modelo, cuya vida
declara lo que se comprende en la afirmación de ser un médico misionero!
Quisiera que estuvieran aprendiendo la mansedumbre y humildad del Salvador. Me
duele el corazón pensar que Cristo está tan desilusionado con Sus seguidores.
Tienen un nombre que su vida diaria que no tienen derecho a llevar.
Debemos ser santificados, alma y cuerpo, a
través de la verdad; entonces honraremos el nombre, Médico Misionero. ¡Oh, este
nombre significa mucho! Requiere una representación completa, diferente de la representación dada por
muchos que la llevan. Pronto estos comprenderán cuán lejos se han apartado de
los principios del cielo, y cuán grandemente han entristecido el corazón de
Cristo.
Loma Linda Messages, pág. 61.
Concluido.
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