A fin de ser partícipes de los sufrimientos de Cristo,
debemos contemplar al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Cuando
contemplamos la humillación de Cristo, al contemplar su abnegación y
abnegación, nos asombra la manifestación del amor divino por el hombre
culpable. Cuando por el amor de Cristo estamos llamados a pasar por pruebas que
son de una naturaleza humillante, si tenemos la mente de Cristo, las sufriremos
con mansedumbre, no resintiendo daño o resistiendo el mal. Manifestaremos el espíritu
que moraba en Cristo. El cristiano no puede esperar vivir sin pruebas. Surgirán
dificultades, vendrán dolores inesperados a aquellos que son llamados ser
buenos administradores de la multiforme gracia de Dios; frente a la dificultad,
aquellos que, a través de la fe en su Redentor, están unidos a Cristo como el
pámoano está unido a la vid, serán partícipes de su abnegación e irán a
derramar sobre los que están en la oscuridad la luz de su amor. Debemos
entender cuáles son los sacrificios, las obras y los sufrimientos de Cristo,
para que podamos cooperar con él en la elaboración del gran plan de redención.
Aunque Cristo soportó un dolor que ninguna pluma puede
describir, no se acobardó de dar el pago del rescate por el hombre perdido. Que
el ministro y el misionero observen su ejemplo de fe y perseverancia. De él
está escrito: " No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la
tierra justicia; y las costas esperarán su ley". No deben cansarse de
hacer el bien, sino que han de ser valientes en la obra de Dios. Fue el amor lo
que sostuvo a Cristo en su humillación, su amor por las almas que perecían lo
que le permitió soportar los insultos, el desprecio, el rechazo de los hombres
y finalmente morir en el Calvario, para que todo aquel que cree en él no
pierda, sino que tenga vida eterna. La salvación de los perdidos es el objeto
de la misión de Cristo a la tierra, y él murió para redimir pecadores de cada
raza y cada clima. Hemos de ser colaboradores junto con él; mientras haya
pecadores que deben ser rescatados, los seguidores de Cristo tendrán que
negarse a sí mismos, a fin de trabajar inteligentemente, para salir a los
caminos y vallados, mostrando las virtudes de aquel que los llamó de las
tinieblas a su luz admirable. Cristo llama a todos aquellos que han discernido los méritos de su carácter a que hagan saber las
maravillas del amor redentor. Él desea que soportemos a otros como nos ha soportado a nosotros en nuestra
perversidad, en nuestras reincidencias; porque no nos ha desechado en nuestro
desvío, sino que ha perdoado nuestras transgresiones, y nos ha vestido con el nabto
de su justicia, atrayéndonos hacia sí con cuerdas de su amor. Bible Echo, 15
de abril del 1892.
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