La cruz del Calvario nos atrae con poder, y nos brinda una razón por la que debemos amar a nuestro Salvador y por la qué debemos hacer de Él lo primero, lol último y lo mejor en todo. Debemos ocupar el lugar que nos corresponde en humilde penitencia al pie de la cruz. Allí, al ver a nuestro Salvador en agonía, al Hijo de Dios muriendo, el justo por los injustos, podemos aprender lecciones de mansedumbre y humildad de pensamiento. He aquí a Aquel que con una sola palabra podía haber convocado a legiones de ángeles en su ayuda, hecho un tema de burla y de diversión, de injurias y de odio. Se ofrece a sí mismo en sacrificio por el pecado. Cuando es injuriado, no amenaza; cuando se le acusa falsamente, no abre su boca. Ora en la cruz por sus asesinos. Está muriendo por ellos; Está pagando un precio infinito por cada uno de ellos. Lleva el castigo de los pecados del hombre sin un murmullo. Y esa víctima que no se queja es el Hijo de Dios. Su trono es para siempre, y su reino no tendrá fin.
Ven, tú que buscas tu propio placer en gozos prohibidos yen complacencias pecaminosas, tú que te estás alejando de Cristo, mira la cruz del Calvario; contempla a la víctima regia que sufre a causa tuya, y mientras tengas la oportunidad, sé sabio y busca la fuente de la vida y la verdadera felicidad. Ven, tú que te quejas y murmuras de los pequeños inconvenientes y de las pocas pruebas que debes afrontar en esta vida, mira a Jesús, el Autor y Consumador de tu fe. Se apartó de Su trono real, Su dejó su exaltada autoridad, y, poniendo a un lado Su divinidad, se revistió de la humanidad. Por nuestro bien fue rechazado y despreciado; Se hizo pobre para que nosotros a través de su pobreza pudiéramos hacernos ricos. ¿Puedes, contemplando con el ojo de la fe los sufrimientos de Cristo, contar tus pruebas, tu historia de aflicciones? ¿Puedes alimentar la venganza en tu corazón mientras recuerdas la oración que salió de los labios pálidos y temblorosos de Cristo por sus burladores, sus asesinos? " Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"?
Tenemos ante nosotros una obra que hacer para para someter el orgullo y la vanidad que buscan un lugar en nuestros corazones, y mediante la penitencia y la fe, para ponernos en una conversación familiar y santa con Cristo. . . . Debemos negarnos a nosotros mismos y luchar continuamente contra el orgullo. Debemos escondernos en Jesús y dejar que Él aparezca en nuestro carácter y conversación. Mientras miramos constantemente a Aquel a quien traspasaron nuestros pecados y agobiaron nuestros dolores, adquiriremos la fortaleza para ser como él. Nuestras vidas, nuestro comportamiento, testificarán acerca de lo mucho que valoramos a nuestro Redentor y la salvación que Él ha obrado para nosotros a un costo tal para Él mismo. Y nuestra paz será como un río mientras nos unimos en cautiverio voluntario y feliz a Jesús. The Signs of the Times, 17 de marzo del 1887.
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