Wednesday, September 8, 2021

Murió Por Nosotros



Hay una gran verdad central que debe tenerse siempre presente en la mente al escudriñar las Escrituras: Cristo y Él crucificado. Todas las demás verdades están investidas de influencia y poder correspondientes a su relación con ese tema. . . . El alma paralizada por el pecado puede ser dotada de vida sólo mediante la obra realizada en la cruz por el Autor de nuestra salvación.

Cuando Cristo inclinó la cabeza y murió, llevó consigo a tierra las columnas del reino de Satanás. Venció a Satanás.

Cristo se sometió a la crucifixión, aunque la hueste celestial pudo haberlo librado. Los ángeles sufrieron con Cristo. Dios mismo fue crucificado con Cristo; porque Cristo era uno con el Padre. Aquellos que rechazan a Cristo, aquellos que no quieren que ese hombre reine sobre ellos, eligen colocarse bajo el dominio de Satanás, para hacer su obra como sus esclavos. Sin embargo, Cristo entregó su vida  por ellos en el Calvario.

El que murió por los pecados del mundo debía permanecer en la tumba el tiempo asignado. Estaba en esa prisión de piedra como prisionero de la justicia divina. Era responsable ante el Juez del universo. Llevaba sobre sí los pecados del mundo y sólo Su Padre podía liberarlo.

Se identificó con nuestros intereses, descrubrió Su pecho para recibir el golpe de la muerte, tomó la culpa del hombre y su castigo, y ofreció en nombre del hombre un sacrificio completo a Dios. En virtud de esa expiación, tiene poder para ofrecer al hombre la justicia perfecta y la salvación completa. Todo aquel que crea en Él como Salvador personal, no se perderá, mas tendrá vida eterna.

El precio de la redención del hombre ha sido pagado, y todo lo que tiene y es el hombre debe ser rociado con la sangre de Cristo, dedicado a Dios; porque le pertenece.  The Faith I Live By, pág. 50.

 

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